Cuando comencé mi andadura en la profesión de detective privado, una de las cosas que más expectación despertaba en mí era que me llamaran desde el despacho de Oviedo en el que trabajaba por aquel entonces para asistir a una reunión. Eso significaba que había una nueva investigación en marcha y debía verme con los demás allí, en el cuartel general. Era nuestro lugar de reunión y desde allí se planificaba todo.
Durante aquellos primeros meses casi todo era una sorpresa y un aprendizaje. Y una de las principales cosas que tuve que aprender fue a cuestionar algunas (bastantes) de mis ideas preconcebidas. O quizá sería mejor llamarlas prejuicios ideológicos.
De uno de esos prejuicios provenía, por ejemplo, la gran incomodidad que experimentaba cuando recibíamos el encargo de realizar un seguimiento a un trabajador de alguna empresa, lo que en nuestro argot denominamos una investigación laboral. ¿Cómo? ¿Iba a tener que investigar a currantes como yo? ¿Con la patronal como cliente? Aún era muy novata y no me sentía capaz de someterme a eso que yo veía como un doble juego, pues tal cosa iba en contra de mis principios e ideología… O eso era lo que yo creía.
Pero, poco a poco, fui dándome cuenta de la profunda carga en defensa de la justicia que hay tras la investigación de un trabajador que comete fraude cuando hace un mal uso de derechos laborales fundamentales como, por ejemplo, la baja por enfermedad. O del que quiebra la buena fe de la relación laboral cuando reiteradamente pide horas libres para atender a un familiar enfermo… y lo que en realidad hace es ir a trabajar a un negocio de la competencia. O cuando, tras ser elegido por sus compañeros como representante sindical y defensor de los derechos colectivos, desprecia esa responsabilidad y en vez de acudir a las reuniones y actividades programadas por su sindicato, dedica ese tiempo, de forma absolutamente insolidaria, a atender asuntos de índole personal o lúdica.
Y no vamos a negar que, en ocasiones, muchos conflictos entre la empresa y sus trabajadores son desiguales y comparables a la lucha entre David y Goliat. Pero esa percepción también cambia cuando te das cuenta de que no siempre está presente ese desequilibrio. Por ejemplo, cuando compruebas que muchos de tus clientes tienen el perfil de un pequeño empresario o de un trabajador autónomo a los que, yéndoles las cosas medianamente bien, se les torció todo porque un trabajador al que se habían animado a contratar con la intención de ampliar o consolidar su proyecto empresarial les había salido rana.
Al mismo tiempo, para un trabajador del que se sospecha injustamente que está cometiendo algún tipo de fraude laboral, no hay mayor garantía que la de quedar libre de toda sospecha tras una investigación discreta y respetuosa por parte de un detective privado: una vez que se confirma su inocencia, normalmente queda restablecida la confianza que se había puesto en duda. Aunque él, quizá, nunca llegará a imaginar que una vez su jefe puso a un detective a vigilar sus pasos…
De esta manera ha sido como, con el tiempo, este tipo de investigaciones laborales que tan incómodas me parecían en un inicio, se han acabado convirtiendo en el ámbito de investigación más habitual de este despacho y principal especialidad de PROBANZA – Investigación Detectives Privados Pontevedra.
Me ha encantado el escrito, realmente lo que se cuenta enriquece porque te ayuda a ver las cosas desde diferentes perspectivas, descubrir el por qué de las cosas y con ello ser un poco más libres en nuestra mente. Gracias.
Muchas gracias a ti por el comentario y por aportar tu reflexión, Lourdes. Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo!